lunes, 4 de abril de 2016

Náuseas

Mi mundo era mi cabeza. Por eso ya no podía habitar el real. En mi cabeza pasaba todo. Lo bueno, y lo malo.
Cuando pasaba lo malo, era terrible. Me consumía toda. Nada malo había hecho y nada malo había pasado. Eran solo voces, pero me aturdían, y no siempre tenía la fuerza suficiente como para callarlas o que no me hicieran llorar.
Cuando pasaba lo bueno, pensé que sería mejor. Pero por qué iba a serlo, si tampoco era real. Sólo daba cuenta de lo que no tenía, de lo que no pasaba. Una vez que salía de ahí: la nada. Un vacío con tanto gusto a nada que daba náuseas.
Entonces había en mí agotamiento y tristeza. Y por último, lo peor: resignación. Soñar despierta, mi peor tortura. Fueran pesadillas o lo más hermoso. Soñar despierta. Soñar...DESPIERTA!

Necesitaba un sabor. No exigía que fuera dulce como a mi me gusta. Ácido, picante, amargo... Cualquier sabor de algo que se ingiere, cualquiera. Pero no. Náuseas. Sólo náuseas. Me sentía mal, pero me era imposible vomitar. Y es lógico... 
¿Quién vomita lo que nunca ingirió?

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